Hay discos que se escuchan, y hay discos que te atraviesan.
Disonancias Metálicas para una Ciudad que Duerme no es una colección de temas: es un estado alterado. Una deriva sonora que respira a través de metales, electricidad y espectros urbanos.
Desde las entrañas de la noche, Pereira Spurr y Cesc Fortuny tejen un diálogo que no pertenece del todo a este mundo. Lo suyo no es improvisación en el sentido clásico: es invocación. Un ritual de frecuencias, ecos y tensiones suspendidas donde cada silencio pesa tanto como una nota.
Fortuny exprime sus saxos hasta encontrar lo que no debería existir. Experimenta con cañas de distinta densidad, boquillas que deforman el timbre, abrazaderas que alteran la vibración microscópica del aire. Busca el sonido escondido en el metal, el que vive entre el susurro y el rugido. A veces, su tono es de terciopelo líquido; otras, de una aspereza casi industrial. Todo florece en una respiración prolongada, entre lo orgánico y lo mecánico, entre la piel y la máquina.
A su lado, Gaby Pereira Spurr maneja la guitarra como si fuera un organismo mutante. Se adentra en territorios donde las cuerdas dejan de ser cuerdas: flotan, se doblan, se estiran. Nada entre VST’s y loops, en una alquimia de reverbs imposibles y delays que parecen abrir portales. Su ejecución es de una virtuosa extrañeza: no busca deslumbrar, sino transformar. Cada acorde parece llegar desde otra dimensión, como si el instrumento estuviera recordando algo que nosotros ya habíamos olvidado.
El resultado es un viaje sin mapa. Una conversación entre dos fuerzas que se persiguen, se imitan, se disuelven y se reinventan. Un pulso que late en la penumbra de una ciudad imaginaria, donde los cables son venas y los edificios respiran.
Escuchar Disonancias Metálicas para una Ciudad que Duerme es dejarse arrastrar hacia ese territorio donde el ruido se convierte en plegaria y la improvisación en revelación. No hay refugio. Solo la certeza de estar dentro del sonido.
La Náusea 
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