Hay proyectos que no buscan la belleza, sino la grieta.
El colectivo Arín Dodó, surgido en Madrid hace algunos años, pertenece a esa especie en extinción: la de quienes todavía creen en el arte como acto de sabotaje, comunión y disonancia.

En el nuevo episodio de SINTAGMA, viajamos al corazón de esa anomalía sonora. Arín Dodó es un laboratorio mutante donde conviven músicos, poetas, fotógrafos, bailarines y performers que operan al margen de toda jerarquía. Sus obras —presentadas tanto individualmente como en colaboración— son rituales anárquicos que transitan entre la performance, la pintura, la danza y la escritura.
El colectivo fue fundado por J.G. Entonado, procesador de ideas autónomo y autosuficiente, y por Karlos Feral, poeta y escritor con inclinación por los márgenes. Ambos comparten un espíritu antielitista y una profunda simpatía por aquellos artistas iconoclastas de los años veinte que convirtieron los objetos encontrados en materia poética.

Su nombre, Arín Dodó, procede de un juego con la palabra “kobold”: los duendes mineros de la mitología germánica que despreciaban el mineral valioso y preferían quedarse con la escoria. Esa metáfora define su esencia: buscar la vibración en lo impuro, lo roto, lo que no se deja domesticar.
El episodio rescata una cinta K7, dividida en dos caras, donde el tiempo y el polvo se funden con el magnetismo de lo irrepetible. Un archivo sonoro que late todavía, con esa electricidad primitiva del arte que no necesita permiso.

Escuchar “Oído experimental – Arín Dodó” es asistir a un proceso alquímico: el ruido se vuelve forma, la forma se desintegra en pensamiento, y la voz humana se confunde con la máquina.
“El ruido no es ruido: es pensamiento que se derrite.”
📡 Escucha el episodio completo en el canal de SINTAGMA






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