Olvídense del mindfulness, de los propósitos, o del liderazgo. Han llegado el hartazgo y la cinta magnética chillando por los descosidos.

“A mí no me la fots”, de Javier Entonado y Cesc Fortuny, es una pieza que señala directamente al corazón del teatro corporativo contemporáneo: el de las frases motivacionales vacías, los coach de mercadillo y la violencia encubierta del entusiasmo por la fuerza. Ese lenguaje edulcorado que promete plenitud mientras exprime hasta el último nervio del trabajador. Sonrisa obligatoria, productividad forzada, gratitud impostada. Y si no funcionas, el problema eres tú. Claro.
Entonado trabaja con sonido de cinta magnética, lo-fi, ruido, desgaste, repetición, materialidad que se resiste a ser “optimizada”. Sus cintas no motivan, no inspiran, no venden nada. Se degradan. Insisten. Se atascan. Como el propio sistema que pretende ocultar su brutalidad bajo slogans luminosos. Ese fondo sonoro es memoria física, archivo sucio digno del discurso del abusón de la clase.
Sobre ese escenario, Cesc Fortuny introduce la improvisación del saxo como cuerpo rebelde. El saxo interrumpe, rasga, se desborda. No busca armonía ni resolución; actúa como una voz que se niega a ser gestionada. Aquí la improvisación no es virtuosismo, es resistencia. Un gesto sonoro contra la lógica del rendimiento, contra la jerarquía, contra la falsa superioridad empresarial.
El resultado es un conjunto de piezas incómodas, ásperas, deliberadamente desagradables. Una burla feroz a la retórica del éxito y a la asimetría obscena entre la complicidad empresarial y los trabajadores desprotegidos. “A mí no me la fots” no pretende convencer a nadie: expone, ridiculiza y deja el cadáver del discurso motivacional a la vista, sin música épica ni final edificante.
Esto no es un producto para “mejorar tu actitud”. Es una obra para recordarte que el problema no es tu falta de entusiasmo, sino un sistema que confunde abuso con liderazgo y precariedad con oportunidad.




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