Si conoces el proyecto Radiografía de la Conspiranoia, ya sabes que aquí se analizan y exponen orígenes e historia de teorías de la conspiración, o conspiranoias como a mi me gusta llamarlas, pseudociencias, grupos coercitivos, mitos, etc. Pero si has llegado aquí buscando una lista de películas de terror de corte cristiano, con demonios, curas, monjas, exorcismos y demás, debo advertir que este artículo no tiene nada que ver con esto.



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El argumento básico que se sustenta en este tipo de films (no todos, claro), explora la idea de un niño o un grupo de amiguetes, que juegan con herramientas peligrosas y prohibidas (léase aquí una tabla Ouija por ejemplo), y que termina poseído o siendo poseídos o cuanto menos poseyendo a alguno de los del grupo … por el demonio, para después pasar al tradicional exorcismo perpetrado por un cura alcohólico que estaba luchando contra su fe pero que acaba de reparar en el terrible (¿?) error. Y es que en el fondo, la mayoría de estos films no son más que propaganda cristiana con un más que marcado objetivo proselitista.

Muchos cineastas especializados en el cine de terror abordan estas temáticas desde la perspectiva del predicador que debe entusiasmar a sus feligreses, creen en el mensaje de sus películas, ven sus trabajos como herramientas de evangelización y de exaltación de ciertos conceptos. Así el mensaje de que lo maligno es lo suficientemente real para tenerle miedo, y que debe verse al cristianismo como la mejor respuesta, adquiere una fuerza de carácter creativo y el miedo es entonces un instrumento de predicación.

Existen algunos ejemplos en el cine de terror facturado en Hollywood que escapan a estos clichés, claro, pero si bien es cierto que no todas las películas de terror son de corte pro-cristiano, la mayoría de las que no lo son terminan por referirse a otras religiones o a otras creencias si se prefiere, como repugnantes y altamente peligrosas: en Sinister o en The Wicker Man se da una visión terrible de lo pagano, y en The Exorcist se habla de antiguas creencias sumerias, o plantean un mundo altamente corrupto y degenerado que merece la intervención divina para que ejecute su plan, su profecía: Legion, The Omen … eso sin contar el contenido claramente contra la práctica del sexo fuera del matrimonio o el consumo de drogas con fines recreativos, en Midsommar por ejemplo.

Es muy discutible que todo esto sea un plan orquestado para evangelizar a los más jóvenes (que es el público objetivo de estas películas), y no sea consecuencia directa de la permeación de rasgos culturales en sus guiones. Al fin y al cabo tanto los cineastas estadounidenses como su público, están imbuidos por todos estos elementos religiosos, y los primeros son plenamente conscientes de que grandes segmentos de su mercado tiene una percepción cultural sobre el pecado, la virtud y el infierno que se corresponde al que marcan estas formas extremas de cristianismo.

La aceptación cultural de la posesión y de la cacería demoníaca, o viene de la evangelización por parte de la iglesia o viene por parte de las películas de terror que fueron ingurgitadas durante la infancia. Los niños son el paradigma del pensamiento mágico, tienden a creer incondicionalmente toda suerte de argumentos de carácter sobrenatural, y sus ideas están fundamentadas por el miedo, lo que los hace perfectos candidatos para ser destinatarios de esa propaganda terrorífico/religiosa que se gusta de usar en las películas de terror.

En La cosecha (The Reaping), encontramos uno de estos desarrollos fundamentalistas del cristianismo estadounidense más violento, enmarcada en los espectaculares paisajes de Louisiana (que por cierto es el único estado en el que las divisiones politicoterritoriales se llaman parroquias), y con un elenco encabezado por Hilary Swank, y con producción de Joel Silver y Robert Zemeckis.

Dirigida por Stephen Hopkins (Predator 2, Pesadilla en Elm Street 5) narra cómo una científica experta en desmontar todo tipo de milagros (¿esto existe?), y que antaño fue una ferviente devota hasta que una experiencia traumática le hizo perder la fe, tiene que volver a plantearse todos sus valores cuando el método científico (¿?) no es capaz de explicar todos los extraños sucesos que asolan a un pueblo de la América profunda.

Que la película se desarrolle en Nueva Orleans no es casualidad. En la película Dejà vú de Tony Scott, ese lugar representaba la voluntad de superación estadounidense capaz de regenerarse tras un cataclismo. En La cosecha, se trata de un revolcarse en la idea del castigo divino que según nos dicen siempre ocurre por algún motivo.

Nada de esto significa que los contenidos de carácter cristiano en el cine sean negativos per se, claro que no, hay excelentes films con componente religioso o cristiano, el problema es producir una la película con la intención de inculcar en el público lo que tiene que pensar.

En el prólogo del libro de Luís Perez Ochando, Noche sobre América, Juan Miguel Company habla de una catarsis producida en el cine de terror: matar al monstruo. Peréz Ochando la considera un elemento fundamental del género ya que la paz cotidiana es quebrada por un ente que de ser eliminado comportará el restablecimiento de la harmonía anterior.


“una especial tendencia a la desesperanza, películas bastante nihilistas donde no suele ser posible ese catártico restablecimiento del orden. A menudo no hay ningún lugar donde volver, a menos que sea una fantasía”.


Luís Perez Ochando


La iconografía terrorífica popular del siglo XXI se inició con una explosión si se me permite el término (y aclaro que no estoy usando el humor negro), con el ataque del 11-S, y entre muertos vivientes, monstruos, demonios y toda suerte de alienígenas. No habían pasado muchos días después del ataque contra el World Trade Center de Nueva York, cuando el entonces presidente George W. Bush hizo uso de una expresión que se tornó tristemente famosa, «guerra global contra el terror». En medio año, ya se hablaba de un “eje del mal” que unía en un mismo club a Irak, Irán y a Corea del Norte.

Arial view of WTC in March of 2001

Las medidas antiterroristas se basaron en un uso demasiado laxo de la idea de mal necesario. Los Estados Unidos recurrían a la tortura individual y a la perversión de toda justicia con de la guerra preventiva. En este proceso, el menosprecio de derechos civiles tanto autóctonos como foráneos provocó las protestas al estallido bélico neoconservador.

Cabe destacar el auge del cine de posesiones y exorcismos en la primera década de este siglo, que coincide con la cruzada cristiana institucional, que se opone a la yihad violenta que practican los fundamentalismos islámicos.

El cine comercial ha ido mostrando con los años una clara preocupación por un discurso religioso cada vez más exacerbado, del cual ha bebido durante un tiempo, pero que ha terminado por oscurecer todo rastro de razón, y es que ese creciente peso del fundamentalismo religioso en el discurso político nacional ha terminado por aterrar a los sectores más progresistas de la sociedad estadounidense que no ve con buenos ojos que sus vecinos odien sin compasión a homosexuales, ateos, feministas, judíos, y no digamos musulmanes.

En esta corriente de films alarmados por la brutalidad y el despropósito de la ultraderecha cristiana estadounidense, deberíamos situar Red state o La niebla (una de las propuestas más alejadas de las habituales adaptaciones de Stephen King). Confieso que estuve tentado en dedicar el último artículo de esta miniserie a estas películas como contrapartida a una producción cinematográfica tan enardecida, y es por esto que quiero señalar su importancia y su valor a la hora de alertar contra el contenido fundamentalista en los guiones del cine estadounidense.

El esconderse en la morada cual hurón en su cubil, es otro de los paradigmas que explora el cine de terror, ya sea este con tintes sobrenaturales o no. Este horror aislacionista percibe el entorno como una amenaza, véase Llega de noche. Debemos comprender esto en un campo de batalla dibujado por la era de George W. Bush y la de Barack Obama, y también por un mundo donde el hombre es un lobo para el hombre (al estilo de Thomas Hobbes), marcado por una competencia despiadada en todas las esferas de la vida, y es en este alegato desesperanzador de total suspicacia hacia el otro, donde el hogar se plantea como único resguardo.

El entorno familiar más íntimo como la fortaleza invulnerable que ha sido violada, es la base del home invasion (cine de allanamiento de morada), como subgénero de terror. Los foráneos de corte material aparecen en películas como Los extraños, La noche de las bestias y otras muchas … El terror sobrenatural con demonios y fantasmas violando a su manera el hogar compone otro estilo todavía muy vigente.


estas películas de casas encantadas, donde tu casa ya no es tuya, como símbolos posibles de la crisis económica. En las narraciones donde tienen lugar posesiones diabólicas añadidas, ni siquiera tu cuerpo te pertenece.


Luís Pérez Ochando

Este artículo forma parte de una serie dedicada al fundamentalismo cristiano estadounidense en el cine de terror y esta es la última entrega.

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Cesc Fortuny

Cesc Fortuny

http://radiografiadelaconspiranoia.wordpress.com

(Barcelona, 1971) artista multidisciplinar.

Como músico está presente en un buen número de recopilatorios y ha publicado más de 70 trabajos con diferentes proyectos y bandas. Colabora también con otros músicos, acompaña a poetas en recitales y participa de otros experimentos interdisciplinares.

En fotografía ha realizado algunas exposiciones, a destacar «Cuerpos de agua» en colaboración con Marian Raméntol.

Guionista y realizador de cine experimental ha presentado a certámenes, festivales y concursos parte de su producción (4 cortos, 2 documentales y más de 10 clips musicales).

Autor de los poemarios La misteriosa canción de la sangre (Paralelo Sur, 2010), El silenci plou sobre les pedres (Ed. Alva Eno, 2013), La dolorosa partitura del miedo (Alkaid Ediciones, 2014), y Métodos para ahogar con la nariz (La Náusea Ed., 2019).

También es coautor del poemario Comiendo pelos como herejía poética junto a Marian Raméntol (Ed. Atenas, 2008). Ha participado en diversas antologías entre las que destacan, La escritura plural. 33 poetas entre la dispersión y la continuidad de una cultura (Antologado por Fulgencio Martínez y Prologado por Luis Alberto de Cuenca, Arspoética, 2019), OPUS TESTIMONII – Universal poets selection in Spanish (Prologado por Oscar de Gyldenfeldt, La Luna Qué (Argentina), 2017), Tres Heridas. Antología de nueva poesía amorosa española (Antologado por Carlos Vitale, Traducción al armenio de Hakob Sinmonyan), o Domicilio de Nadie, Muestra de poesía Barcelonesa (Antologado por Andreu Navarra, IslaNegra Ed., 2008).

Así mismo es autor de la novela de terror experimental El quirófano en el bosque (La Náusea Ed., 2020). Ha sido traducido al inglés, rumano y armenio. Publica habitualmente poesía, narrativa y ensayo en la Plataforma Cultural La Náusea, y ha colaborado en revistas como BaBab, Kokoro, Alkaid, Paper de vidre, Periscopio, Devenir 111, El Humo, Noche Laberinto, Alga o Educational Evidence entre otras …

Conduce el podcast Radiografía de la Conspiranois en el que habla de grupos coercitivos, teorías de la conspiración y pseudociencias desde un punto de vista crítico. También publica semanalmente un artículo sobre esos temas en un espacio homónimo y en la Plataforma Cultural La Náusea una vez al mes.

Codirige el podcast SINTAGMA de la Plataforma Cultural La Náusea y conduce la parte discográfica de la misma plataforma

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