Se cuenta que la primigenia torre de Babel fue construida después del diluvio universal por los descendientes de Noé. Estos se habían desplazado hasta la llanura de Senar donde decidieron, con gran soberbia, construir una torre tan alta que llegara a los cielos

Yahvé, al observar la arrogancia humana, provocó que los habitantes de la llanura hablaran diferentes idiomas y, de esta forma, no pudieran proseguir con sus planes de edificación. Los humanos abandonaron el proyecto y se esparcieron por toda la superficie de la Tierra.

Actualmente, en esta nuestra llamada metamodernidad, nuestra soberbia parece que tampoco tiene límite alguno. Algunos quieren colonizar Marte, otros creen que el capitalismo es una especie de fórmula mágica que puede con todo. Los hay que creen que la desaceleración nos llevará a una utopía pastoril. Por el contrario, los aceleracionistas postulan aumentar la velocidad para que el capitalismo (autoconscientemente (!?)) colapse. Que si ahora placas solares, que si la energía del futuro será el hidrógeno, que sí, que sí, que sí, que no. Todo son opiniones y todas contradictorias.

Aun viviendo en esta gigantesca Babel en la que se ha convertido nuestro planeta, creemos que todo va hacia adelante. La desinformación masiva, el desconcierto, la rabia y el caos reinante parece que no nos impide seguir construyendo una nueva torre, aún más alta si cabe. A pesar de la confusión reinante vamos a toda velocidad, sin ningún rumbo trazado, sin saber a dónde.

Es aquí y ahora, es en esta situación, donde podemos, donde tenemos la posibilidad de convertirnos en unos exploradores de sentido. El sentido, el significado de las palabras, de las cosas, de las acciones surge y se transforma con el desgaste y la interpretación, con los errores y la erosión infinita y continua de los signos. En este punto podemos preguntarnos (como hizo Francis Picabia en su momento) si deberíamos ser nómadas, si deberíamos atravesar las ideas y los pensamientos como se atraviesan ciudades, regiones y países para huir, para abandonar el cobijo de esa cálida sensación de actualidad que nos envuelve como una densa niebla.

Esta niebla, cálida y húmeda, confortable, un tanto dulzona ya la intentó definir Guy Debord en su sociedad del espectáculo. Años más tarde, el filósofo francés Jean Braudillard, le dio una vuelta de tuerca al asunto adaptándola a los años noventa y hablándonos de la hiperrealidad, explicándonos como esta nueva realidad creada desde la virtualidad iría sustituyendo nuestra concepción de la existencia. Ya en los dos mil Mark Fisher nos explicaría que ya solo concebimos la realidad como sistema capitalista, como relaciones de oferta y demanda, como mercancía fetichizada.

Pues bien, “Lo quieras o no”, siempre hay esperanza: “Lo quieras o no” es una publicación que aglutina un proyecto del “@colectivo democracia”, Luis Navarro de “@mikuerpo_2.0” y músicos ambulantes que trabajan en el metro de Madrid. Este proyecto se ha centrado en tres ejes:


El primer eje utiliza el concepto de deriva psicogeográfica y lo aplica al metro de Madrid:

Todos los días a la misma hora subo al mismo tren y soy arrastrado al lugar de siempre junto a mis tristes compañeros de cuerda, con quienes no comparto más que una sorda pesadumbre y una dolorosa resignación.”

Ciertamente, poco tiene que ver el plano del metro con el callejero. Sus puntos de intersección son prácticamente intercambiables, ajustados al mismo diseño neutro, señalados por un simple punto. No existe correspondencia ni interacción con el medio geográfico. No hay distancias, trayectos ni paisajes. El tránsito entre estaciones no aporta ningún estímulo: se produce de forma mecánica, bajo una cadencia regular que nos permite calcular exactamente el tiempo que perdemos. La orientación es una mera cuestión técnica, ya que todo lo que en él ocurre está ostensiblemente señalizado: destinos, direcciones, comportamientos. […] Nos transportamos a través de un paisaje sin relieve, sórdido y oscuro, acostumbrados al estrépito hiriente de la máquina que nos recuerda el rigor de la existencia, a olores que subrayan la miseria cotidiana, a superficies rígidas y sucias que evitamos palpar.»

Nuestros compañeros de viaje son fantasmas inexpresivos, adormecidos por el cansancio, sumidos en sus preocupaciones o abismados en dispositivos electrónicos. […] El no-lugar construye a su vez un no-momento, como el no-consumo de esos periódicos gratuitos que se distribuyen manualmente a la entrada y se abandonan casualmente en alguna papelera, convertidos ellos mismos también en unos minutos en no-objetos.”


El segundo reflexiona sobre el trabajo asalariado:

Comienza otra jornada, que se extiende hasta abarcar la parte más lúcida e intensa de nuestra existencia, vaciándola como se vacían los vasos de un reloj de arena. Vivimos contra el tiempo, pero en el curro lo dejamos transcurrir con displicencia hasta la hora de salir de nuevo al encuentro de nosotros mismos. La vida, con todo su amplio menú de posibilidades, nos espera al final de la cuenta. Pero nos hallamos para entonces exprimidos y tensos, sin ánimo de emprender aventuras, así que nos abandonamos a cualquiera de las modalidades de ocio programado hasta que llegue el nuevo toque de queda.“

Pero lo peor de todo es que mañana será igual. Y que se sucederán los días con el mismo monótono argumento, sin escapatoria posible, sin esperanza, hasta el momento en que tu energía se remanse y te hayas olvidado de gozar. “

Si me preguntases qué es exactamente un no-lugar, te diría que es tu puesto de trabajo. Por ello, creo que hay que llevar la pregunta más lejos: ¿está el no-lugar en algún sitio? ¿Qué significa hoy habitar un espacio u otro, cuando todos los espacios se intercomunican y constantemente estamos en varios lugares simultáneos? ¿Acaso hay dónde esconderse del móvil, de las redes sociales, de los mensajes de whatsapp, de las noticias instantáneas? Y si tratas de reconstruir tu privacidad eliminando toda tu cobertura, ¿no sientes que te estás perdiendo algo o que, peor aún, estás descuidando tus asuntos? “

Un conductor de transporte público definió una vez su trabajo como el de transportar gente desde sitios donde no quiere vivir a sitios donde no quiere trabajar. Si tal como afirma Institute for Precarious Counciousness, la ansiedad es el efecto dominante del capitalismo actual, lo es por su vinculación con la precariedad. “La precariedad es un tipo de inseguridad que trata a las personas como desechables con el fin de imponer el control.”

La precariedad se diferencia de la miseria en que las necesidades de la vida no están simplemente ausentes. Están disponibles, pero retenidas condicionalmente”, y en esto tanto el trabajador que se desplaza como el que toca en el metro se vinculan.”


Y el tercero se centra en el repaso dialéctico de la música popular:

Línea 1: ÓSCAR CABAÑAS, “Mandamás”. Interpretación libre de “Big Boss Man”, grabada originalmente por Jimmy Reed (1961). Sobre la versión en español de Carlos Segarra (1997), Óscar Cabañas narra su propia experiencia como cantante urbano.

Línea 2: VORJA ENZIKUTAO, “La mala reputación”, versión adaptada de La mauvaise réputation de Georges Brassens (1952) en la versión castellana de Paco Ibáñez (1969).

Línea 3: TAKTEL, adaptación punk de “Reacción en cadena”, original del grupo progresivo Difícil Equilibrio (2013).

Línea 4: GORRETA, “Esclavos del siglo XXI”, original de Gatillazo (2013).

Línea 5: VICIUS, “Vacaciones en España”, adaptación libre al español de “Holidays in Cambodia” de Dead Kennedys (1980) atribuida a CLD Contra La Democracia (2016)

Línea 6: CHASKY: “Movimiento indígena”, original de Charijayac (2001).

Línea 7: NONO MURCIA, Fandangos de El Cabrero.

Línea 8: EL CHIRLY, «Bombas en Madrid», original de Albert Pla (2017).

Línea 10: LUCÍA MONTENEGRO, “Casas de cartón”, original de Alí Primera (1974).

El libro ha sido presentado el pasado 25 de febrero en la librería Enclave, en Madrid y cuenta con textos de Luis Navarro, Daniel Villegas, Luis Dunno-Gottberg, Georges Brassens y Mabel Quiñones. Las fotografías son de Fiacha O’Donnel y el diseño de Aitor Méndez.

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Ferran Destemple

Soy filólogo de formación, pero siempre he rebuscado en lo visual y en lo sonoro aquello que el texto no me llega a ofrecer. Para mí no hay jerarquía entre estos elementos, se mezclan, se arañan o se fusionan mejor o peor dependiendo del soporte. El soporte determina el contenido y el contenido busca el soporte adecuado.

Destripar los interiores del texto, del sonido y de las imágenes y volverlos a montar, como si de un monstruo de Frankenstein se tratara, es un divertimento al que no pienso renunciar.
Me considero un amateur y eso me libera de angustias y obligaciones y me permite fracasar y equivocarme más y mejor.

Si os pica la curiosidad podéis visitar la web de AutismosAutomáticos que coordino al alimón con Pepa Busqué.

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